miércoles, 5 de noviembre de 2008

La tristeza es una facultad

jueves, 11 de septiembre de 2008

Allende las palabras, el reflector

La difusión de los rostros y de las presencias, el gusto por saberse nombrado en todas partes, o hasta donde la vanidad lo desee, ha sido una de las mayores calamidades que el siglo XX nos ha dejado. De los millones de poetas pocos son los que han sentido la repulsión, el vómito después de la montaña rusa, por todo lo que tenga que ver con esa preocupación neurótica, siempre secreta y subterránea, de si los demás han escuchado hablar de nosotros. El poeta se ve comprometido a cumplir una sarta de tonteras publicitarias y de difusión de sí mismo, que el lugar ocupado comúnmente para escribir adquiere el carácter de la ruina y de la devastación. El escritorio, el papel y la pluma, la computadora, quedan deshabitados, infectados por la indiferencia de un dueño preocupado menos por un texto a medias que por el ánimo de retratarse con aquel gran poeta o de presentarse en la próxima lectura. Lo monstruoso no son las constantes y múltiples distraccciones al poeta sino el gusto de éste por ellas. El olvido de muchos de que la escritura está en la escritura y no en una desenfrenada cantidad de contactos en un cuaderno, es uno de los síntomas de la literatura como pasarela. Y aunque el trato y el roce entre poetas sea algo inevitable en una época atiborrada de conferencias, encuentros, coloquios, comidas, etcétera, y en los que los malos siempre son los más amables y sonrientes por eso de la zalamería, quedan dos preguntas: ¿los poetas deberían conocerse entre sí? ¿Sería saludable tener un limitado número de amigos poetas? A veces, luego de no poder dormir y sin otro remedio que atacar las preguntas pendientes, uno se responde que sí, que los poetas en efecto deberían estar en la vida de los demás -poetas y público- solamente como autores de buenos o de malos poemas, que deberían ocupar la esencia del fantasma, su evasión y descortesía por no presentarse corpóreos ante los demás.

lunes, 9 de junio de 2008

Música, y eso ya es mucha cosa

Hay tantas personas que han domesticado su oído a una música inalterable y deslavada, fácilmente desechable, y otras que piensan que la música acaba en el XIX con algunos compositores europeos. De esto me di cuenta hace más o menos tres semanas en una clase con el compositor electroacústico Toño Russek. Pocos sabían a lo que iban, más bien sólo uno: yo. Y aunque más que clase se trataba de un recorrido, a veces arriesgado por ese sendero extravagante y un tanto huraño a la definición como lo es la electrónica, muchos no soportaron el tintineo, el estertor, el aullido de compositores como Russolo, Nancarrow, Le Caine, Cage, Boulez, Subotnick, Mary, bla bla bla. Una señora que estaba a pocas butacas delante de mí, se horrorizó apenas dicho el tema del módulo: música electrónica; otros parecieron no alterarse, guardaron la compostura propia de los tímidos y los reprimidos para poco a poco, en las 4 horas que duró la escucha de obras, ir saliendo con el pretexto más sencillo que nos proporciona la naturaleza: la urgencia por ir al baño. Cada vez podía verse como los cuerpos que quedaban, porque sólo eran eso, cosas tiradas, personas derretidas en las butacas, seres inanimados, se iban ausentando para no volver; el dolor de cabeza, el cepilleo de la incomodidad y la frustración en sus nervios, los empujaron a salir a tomar aire o a caminar un poco para pensar cómo pudieron darse un golpe bajo a ellos mismos. ¿Qué tanto ocupa la música electroacústica en nuestras cajas atiborradas de discos o en nuestra computadora? Quizá no más de una pieza, una aislada y atacada por las Cien Obras Maestras de la Música Clásica, Bravo Maestro vol. 1, 2, 3…, Hit Parade de la música barroca. La mayoría de la gente, y para mí la mayoría empieza con todos mis vecinos, aún tienen ese estribillo, en el fondo tautológico, de que la música sólo es melodía y armonía, que la música sólo puede durar de dos a tres minutos, cinco como máximo, y que debe estar “bonita” para mover las piernas o atacar a las decepciones amorosas. Y aunque la música es eso también tiene que ver con algo más, no sé con qué, pero da saltos sobresalientes a las ideas inofensivas que de ella tenemos. Pero lo que ha hecho Toño Russek es abrir las persianas de una habitación donde anida el conservadurismo, y al asomarnos por esa persianas con los ojos entrecerrados, hinchados, por tanta obscuridad, podemos escuchar el ruido de las calles, el golpeteo de los pasos y la lluvia, con un fondo muy elaborado de sampleos, cortes de cinta, concretismo, el despliegue de las computadoras y lo real haciendo música. Como corro el riesgo, y creo que ya caí, de volverme un galimatías, ese laberinto que nos hincha la cabeza, pongo la dirección de una de las mejores páginas que deambulan en la red sobre arte sonoro y música electroacústica, hablo de la del compositor mexicano Manuel Rocha: Que hable la música y no yo:
http://artesonoro.net

miércoles, 4 de junio de 2008

Nota del viernes 30 de mayo

¿Por qué pueden hablar tanto los filósofos? ¿Por qué no se callan? Eso nos preguntamos muchas de las personas que por una u otra razón hemos asistido a una de sus presentaciones –que también tienen algo que ver con los escenarios, con la mejor manera de lucirse– y que a la larga se vuelven arrepentimiento y reproche contra uno mismo. Casi siempre que hay un filósofo en la mesa, impulsados por el prejuicio y la corazonada, nos apresuramos a decirle al compañero de al lado, a veces con el suspiro irremediable del hastiado: “esto va para largo”. Dicha la frase uno se sienta de la manera más cómoda para abandonarse un rato a la exploración del techo del auditorio, al número de cabezas que se ven delante de uno, a la revisión apasionada de la mugre en la uña de cada uno de los dedos. Los oídos están ahí, escuchan el discurso pero por simple naturaleza; parecieran reactivarse sólo en palabras aisladas, en frases envueltas de aforismo. Solamente se vuelven conscientes al cien cuando los aplausos han interrumpido nuestro aletargamiento y nos han salvado de otra media hora más de exposición. (¿Por qué aplaudimos cuando el filósofo para de hablar? ¿Aplaudimos porque nos reveló eso que buscábamos o porque ya se calló?)
Hace unos días asistí por invitación de unos amigos, y por la desazón que da la soltería, a la presentación del libro de Cesáreo Morales: Fractales, Pensadores del Acontecimiento. En la mesita estaba una filósofa que no conocía: Ana María Martínez. Un psicólogo (?): Ricardo Palestrina. Otro filósofo que según a un amigo mío le parece un rebelde: Gerardo de la Fuente. Otro filósofo que desconocía: Rodrigo Mier, y otro filósofo del que solamente conozco su larga cola de caballo: Armando Villegas. De todos ellos nada puedo decir, no me arriesgo, yo, una persona que basa todo lo que dice en el ánimo, en el termómetro de sus sentidos, a “sostener” algo contra ellos por el solo hecho de que salgo perdiendo en el box de las ideas. Sólo queda decirles que ellos, tan entusiasmados con la vanidad que otorga la palabra, se extendieron hasta los inicios del Olimpo, hasta esa zona tan abstracta y que nada más otros filósofos o los interesados llegan a entender, o fingen entender, para ser más optimistas. “Las solemnidades –escribe Gerardo Deniz– me dan urticaria”. Y a mí, además de darme urticaria, hacen que mi cerebro comience a rechinar, a retardarse más de lo que está. Me atasco. Con ese ritmo monótono y más o menos violento, como de pistón en marcha, mi pierna se movía, buscaba desesperada la manera de aquietar el movimiento. La solución era la huida, caminar despacio, caminar más rápido, más y más, volverme un velocista. No lo hice.

viernes, 23 de mayo de 2008

He encontrado una sonrisa en mi cajón.
Parece estuvo ahí por mucho tiempo,
pues esta polvosa.
Y es que hace mucho que no utilizaba una sonrisa así,

no había necesidad.

La encontré por casualidad

mientras buscaba unas lágrimas que dejé en el mismo cajón por descuido.
-Alguien me dijo una vez que si se dejan sonrisas y lágrimas en un mismo cajón por mucho tiempo, las primeras terminan por descomponerse en una mueca triste...

Ahora la tendré que usar antes de que se termine,

pero no sé cómo y no sé con qué
y menos cuando...

Porque esta es la era de la tormenta.

-¿Cómo sonreír ante la tormenta?-


Tengo la respuesta, con una sonrisa burlona,por suerte, saqué justo a tiempo la mía del cajón, un día más y hubiera pasado de sonrisa burlona a gesto de enojo.







sábado, 17 de mayo de 2008

Patadas al elefante

Los festivales a menudo terminan por convertirse en la sombra, en la silueta, de una idea entusiasta. Por una u otra forma nada sale como se pensó. Todo se vuelve tan desorganizado que las caras de enojo, esas donde parece haber algo de dolor y estreñimiento, se ven en cada miembro que participa en la manutención del proyecto. Desde el año pasado se realiza en Tepoztlán el Festival de la Memoria. Pero también desde el año pasado se ha visto un poco pisado por el espectro del sinsabor, no en los documentales sino en la manera en que se proyectan, bien por el clima bien por la estupidez humana. Rápido lo digo: el festival hasta ahora no me ha sorprendido. O mejor: me ha hecho bostezar más de una vez. Lo que si me ha maravillado es esa afición de muchos cineastas y cinevidentes por los pantalones cortos –con bolsas de cargo y colores terrosos– las playeras con logotipos de lo que sea, la barba de chivo. Al igual que ciertos escritores y artistas visuales, los de la estirpe cinera han establecido ciertos códigos de conducta y vestimenta que los hacen fácilmente catalogables, disfrutables. Otra de las cosas que me interesan, pero que en el fondo me dan urticaria por insoportables, es ver a todos los organizadores con ese gafete del festival –puro cartón y tinta al fin– como acreditando su “importancia”, pavoneándose con el tufo de una señorita o de una reina petulante. Los he visto en las calles y en los restoranes exhibiendo lo que seguramente ellos creen un privilegio. Me he reído de ellos de la mejor manera. Han hecho del festival algo menos soporífero.
Aunque un año es poca cosa estoy a tiempo de pedir a mis amigos que están en el proyecto mayor agilidad en la organización, en los horarios y en los lugares (ya no usen la biblioteca municipal, una zona ya aclimatada y achatada por tantos libros, tan falta de espacio para casi cualquier cosa). Que el estandarte que defina al festival sea el alucine, la aversión, y no toda esa tranquilidad a la que, sin saberlo, nos están habituando. El conservadurismo que cada uno de mis amigos madrea durante casi todo el año termina por ser el gen que los define, el sillón donde se acomodan. Que se dejen de amiguismos, de meter a cualquiera en el proyecto –muchos de los “organizadores” tan sólo son paja, posibilidades para que el festival se vea lleno de achichintles–. Ese por eso que el festival se muestra, al menos para mi fisiología, rancio, adormilado, y es que como la lección de la gran vergota, hay mucha pretensión pero poquísima satisfacción.

jueves, 8 de mayo de 2008

Tiros al aire

Para Lizz

Sobre las cosas descansa el uso. Descascaradas o bien pintadas señalan, concretan la sospecha, acerca de la insistencia fetichista u obligatoria que su dueño tiene hacia ellas.

En la combustión hecha por el motor de un auto, algo hay de sorpresivo: se parece mucho al sonido de mi estómago, a su explosión maloliente.

Guardamos y amontonamos objetos apreciando más la compañía que nos hacen que para lo que sirven.

El éxito de los bolsillos viene del entusiasmo por el pudor y la propiedad privada.

Las vacaciones son ese lapso en donde la soledad nos encara directamente. Eso como resultado del cierre por la temporada de nuestros lugares favoritos y por la partida de casi todos nuestros amigos al mar para patalear.

El panzazo, esa forma de lo chusco y de lo necesario (en especial cuando el calor ha decidido desafiar toda escala de medición en el termómetro).

Tentativa para el día domingo: dormirnos hasta que sea lunes.

martes, 6 de mayo de 2008

Un peón muy solitario

Los libros sobre ajedrez, hasta donde me he dado cuenta, se encaminan totalmente a la habitación de los entendidos y a ese numeroso grupo esmerado en la fachada: los esnobs. Abrir uno de esos descomunales manuales que explican el juego –explicaciones a veces tan restrictivas como autoritarias– es una forma de entrar a un laberinto donde cada figura se ve situada a un hermetismo y a un misterio pasmosos, donde cada estrategia colinda fácilmente con un problema lógico-matemático, haciendo del entendimiento un nudo que difícilmente se desata. Hay una clara intención en el no ajedrecista ya no digamos de descifrar sino de adivinar lo que se encuentra frente a sus ojos a causa de una obsesión por destapar, zambullirse, en el significado de las figurillas. Lo mismo pasa por ejemplo con las partituras, es decir, las notas en el papel –esos signos tan parecidos a un montón de insectos aplastados– muestran un temperamento huraño hacia los extraños y a su tentativa de escuchar en la mente no un canto, cosa imposible para casi todos, sino apenas un murmuro. Hay que tomar clases de música, perder algo de tiempo, para ingresar lentamente al salón de los iniciados e imaginar una audición decente, a medias. No pertenecer a un grupo lleva comúnmente al cuchicheo, a la práctica un tanto consistente de la criticonería al servicio de un rencor oculto, pasional. Nos convertimos en detractores menos por juicio y decisión que por coraje y berrinche.
La historia del ajedrez ha pasado de largo a todos los que no sabemos las reglas de arranque, el nombre de las piezas ni la alineación que ocupan en el tablero, nos manda a una especie de catacumba donde la vergüenza es uno de los inquilinos más constantes y severos. Pero se trata solamente de una vergüenza momentánea, aparecida a la hora de la comida o en el encuentro con personas que saben del tema. No saber de ajedrez, al igual que no hacerlo de filosofía, de béisbol o de manicura, por ejemplo, algunas veces trunca la plática y elimina de la mesa todo signo de convivencialidad. Es fácil para mí darme cuenta de cómo las pláticas con mis amigos ajedrecistas poco a poco terminan por volverse un catálogo de términos apantallantes, movimientos y posiciones secretísimos y dicharachería sobre el juego que no acabo de entender; prácticamente cualquier tentativa de mi parte por meter mi cuchara en el asunto, no pocas veces apasionado y neurótico, resulta un balbuceo, un intento y nada más. Termino por quedarme con la boca cerrada y con los oídos atentos.

martes, 29 de abril de 2008

Nota y ya de un Caballero de la Diva Botella

Lo tóxico de ciertos poetas, de su estertor punk, llega potente y necesario, bienvenido, por estos días en los que pareciera que la mayor parte de la poesía se ha volcado a un lenguaje "adormilado", "inofensivo". Ya Luigi Amara lo ha dicho en la contratapa del libro de Monserrat Álvarez Bala Perdida. Confieso: el principio de esta nota, y de la idea en general, parte de esa contrapa que escribió Amara, de su acertado dardo a la condición de algunos poetas. La idea y la nota son un remix y una manera de extender lo necesario que también es leer a otra clase de poetas, de otro trato hacia el lenguaje, de trato loco, desquiciado, deslenguado. La poesía se salta, es box y cuadrilátero. ¿Cómo ser un "poeta arriesgado", un "antipoeta" si nuestros versos aún se siguen leyendo de derecha a izquierda, como relojito oxidado?

domingo, 20 de abril de 2008

Envoltorio con tres poemas

No importa si no estamos en nuestra casa, pero una vez cerrada una puerta ya todo es personal. Las habitaciones y sus presencias se acomodan a la forma de nuestra dirección y nuestro ánimo, terminan por convertirse -en el tiempo que dura la estancia- en prolongaciones, falanges, de un desorden o temperatura propios. Los cuartos de hotel, más allá de su arquitectura pastelosa o descascarada, tienen el carácter de la promiscuidad: lo transitorio. Las personas llegan con la levedad gatuna, con esa fisonomía tan cauta como secreta, para poco a poco poner la pasta de dientes sobre el lavabo, regar los zapatos y colgar las camisas por donde sea, pisar la alfombra con los pies descalzos. Cuando el deseo de colonización esta a punto de cerrarse llega la hora de bajar las maletas y de volver a casa. La habitación queda otra vez vacía y adormilada. Qué es un cuarto de hotel sino una multicancha, una forma que nos hace pensar en los anteriores huéspedes, en su rostro y en su nombre. Coral Bracho dice en Cuarto de hotel:

Comienza a disolverse

Y ahora que quiero ordenar ese hotel
–como se ordenan los objetos sobre una mesa,
como se cambian de lugar el pan
o la sal–
los cuartos comienza a disolverse.
Sopla el viento sobre su base
y cae
muy lentamente,
entre pétalos tenues,
entre papeles.

¿De dónde a dónde?

¿De dónde a dónde abre esta puerta?
¿Qué va dejando
poco
a poco
fuera?

Un catre pequeño

Hay otro inquilino en este cuarto
pero no parece vernos.
Duerme en un catre pequeño,
separado de nuestra cama.
Cada uno de sus enseres
para ir cobrando forma
a medida que pasa el tiempo.
El catre, antes difuso y azulado
como una sombra, es ahora definido
y conciso.

Cualquier camino es Pérec


Apilar libros, o lo que sea, en una silla es signo del protagonismo que estos ocupan en la cabeza y en el afecto de su dueño. Los de arriba son los más leídos, o al menos los más hojeados, los de abajo se conforman con soportar a los de arriba, su trabajo es dar equilibrio. En mi caso los de arriba mañana están abajo y viceversa, pero éste es el orden, empezando por arriba, de lo que hay en una de mis sillas el sábado 19 de abril de 2008: Diccionario de Lengua Española y de Nombre Propios. Los relatos, 3 (Julio Cortázar). Toda suerte de libros paganos (Christopher Domínguez Michael). Programa de Actividades Culturales de la XXIX Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería. Las aventuras de Max y su ojo submarino (Luigi Amara). Antología del Premio de Poesía Aguascalientes, 40 años: 1968-2007. Brevedades (Julio Torri). Pauta No. 102. Mi tablero de cartón para jugar Go. Los perros románticos (Roberto Bolaño). Vocación de estragos (Marco Fonz de Tanya). Poemas [1990-2004] (Régis Bonvicino). Credencial de estudiante. Revista Replicante No.13. Un fólder verde con fichas de examen de la UNAM. Letras Libres No. 73. Blanco Móvil No. 71. Revista Revés No. 53. El poeta y su trabajo No.18. Textofilia No.12. Traducción a lengua extraña (Luis Jorge Boone). Cabaret Provenza (Luis Felipe Fabre). El nombre de esta casa (Julián Herbert). Cuerpo interrumpido (Afhit Hernández). Las hipótesis de Nadie (Juan Manuel Roca). Gahona y Posada, grabadores mexicanos (Francisco Díaz de León). Poemas del viejo indecente (Charles Bukowski).Cuaderno Salmón No. 1. Cuaderno Salmón No. 5. Madre Luz (Lorenzo Ahumada). Tres poemas (Elsa Cross). Aroma del este, antología de la poesía clásica coreana sijo. Talea No.1. Poesía y composición y otros ensayos sobre arte y literatura (Joan Cabral de Melo Neto). Lo creativo y otros ensayos (Robert Creeley). Homo Sonorus: antología internacional de poesía sonora. Medio boleto de autobús. Instrucciones de uso para gel con aplicador en forma de lápiz. La tarjeta de presentación Tanya de Fonz. La tapa del control remoto. Muchas monedas. Un pluma.

sábado, 19 de abril de 2008

Hoy mis lágrimas corren, sin saber bien por que,
he perdido a alguien interesante, a alguien querido
y el recuerdo me hiere...

Quisiera que todos esos recuerdos huyeran de mi,
tal vez si los asusto, tal vez si yo huyo de ellos...

Aún no entiendo como es que terminé llorando

Por alguien que lloraba por mi.

miércoles, 16 de abril de 2008

Del blog de Laura


la que está sentada en la silla es camila, justo atrás se ve a jessica. camila siempre está despeinada, es nueva en la escuela y más alta que los demás, hoy fue sin abrigo y la maestra le prestó una campera. jessica es chaparrita, siempre está muy bien peinada y le encantan las películas de terror. jessica se sienta con beto y están enamorados. a beto le encantan los dinosaurios, querría tener un tiranosaurio rex para morder a todos.vino gerardo méndez a contarles unos cuentos a los nenes de 1ro y 2do. la verdad es que estuvo muy bien, muy divertido. y al final, le regalamos un ejemplar del libro a cada uno de los niños. él les explicó que se los iba a firmar y que iba a ponerles la fecha para que supieran qué día había sido la lectura.dijo "les pongo este número, así saben cuando estuve en la escuela".cuando le tocó el turno a camila, miró la firma y la fecha y le preguntó "¿y el número?". "acá está, es la fecha de hoy -le dijo él-¿qué número querías que te pusiera? ¿tu número de lista?"no -le dijo camila- su número de teléfono"

martes, 15 de abril de 2008

Cuando las balas se jubilan


¿Cómo debe acabar su vida un héroe de películas que se enfrentó a toda una pasarela de maleantes, de metralletas, de bombazos? Lo deseable sería pensar en una sala llena de armas en donde el héroe, esa figura que hoy no tendría relevancia sin la mercadotecnia y los efectos especiales, se sienta a reconstruir con cierta sonrisita orgullosa y superior todas las luchas que tuvo contra los malos para después confundir su verdadera biografía con la de su personaje. Pero horriblemente ese no es el final de ningún héroe cinematográfico, al menos no de uno mexicano. Mario Almada es conocido como uno de los actores que han hecho de la sangre y los balazos el margen que lo rodea. Y aunque es cierto que se han hecho decenas de chistes y de bromas gracias a sus jaladas (que en sentido estricto son las de los directores, los guionistas y los productores) no sobra un pedazo de curiosidad por esa figura a la que sus huesos cada día sostienen menos. Después de haber hecho más de 300 películas y creo que algunas participaciones especiales en muchas otras, Mario Almada ablanda las manos debido a que a si lo requiere el negocio familiar. Mario Almada, hasta donde sé por la revista TVNOTAS, tiene un establecimiento en Cuernavaca de hot dogs. Pero no es el carrito mal pintado donde a menudo comemos cuando estamos borrachos sino uno espacioso donde seguramente los pies no interfieren con la caminata de otras personas. Con poco más de 10 meses de servicio hotdoguero el señor de inmortal arma de fuego y sombrero texano termina por declararle a Omar Argueta, reportero de la revista, situaciones tan desconocidas como apantallantes: “Yo aprendí a prepararlos [los hot dogs] cuando me fui de mojado a Estados Unidos”. “… estoy medio sordo y medio ciego pero sigo siendo Mario Almada.” En la foto central del reportaje aparecen Mario Almada, su hijo Marcos y su nieto Nicolás. Detrás de ellos, eficaz y oportuno, uno de esos anuncios que utilizan las grandes cadenas de comida en donde se anota que el Sándwich Pack cuesta 52 pesos y el Jumbo Pack 59. Es lo único que alcanza a verse, es lo único que justifica la frase de "alabada sea la heroica gastronomía", no importa de qué manos vengativas venga siempre y cuando tape el hoyo de ballena que tengo en el estómago a estas horas.

lunes, 14 de abril de 2008

Laura, donde maman los peces

Cada animal tiene
su propio olor, el tuyo
es el de dos personas que
se encuentran en un cuarto,
en un ascensor y envuelven
un pedazo de silencio
en un papel muy chico.
Un perro que se acerca trae
en los ojos peces.
Te lame la mano
por la palma, por la parte
donde los dibujos se van
a volar en tu brazo.
Y empuja el hocico tibio y
tu sueño el de la noche
cuando el vecino encendió
la luz y ví, en la oscuridad
a los monstruos todos
durmiendo en la cómoda.

***
Todos los escritores jóvenes deben
tener una novia tonta.
Yo fui la tuya una vez.
En la tele escuché que la luz
no tiene lengua. Dos pupilas
enormes y silencio
brotando de cada hueco.
Un vaso cae en la cocina
y los triángulos chispeantes ruedan
hasta llegar al baño.
Un ruido puede
hacerte saltar en pedazos,
así sos vos, encerrado
en la mampara de vidrio
los rayos gotean para
formar un charco y yo
me miro.
Me dijeron que sos tan flaco
porque no te gusta sentarte
pero creo que todo lo que ves
lo guardás en los ojos.
Laura Lobov

Exilios

Hay veces que nos toca ir caminando por la calle con alguien a quien conocemos, se platica, se ve al cielo, se piropea a las chicas –casi siempre mentalmente– y las groserías son el léxico fundamental de la conversación. Todo pasa sin sobresaltos, nos sentimos cómodos hasta el punto de aminorar el calor y los lentes negros, las chanclas de playa y las playeras rosas de los turistas. Pero de pronto, ese alguien tiene que encontrarse con personas que no conocemos o que conocemos muy poco. Es allí cuando nuestras palabras comienzan a adormecerse, donde nosotros mismos comenzamos a bostezar, a aburrirnos, y se comienza a ver lo que ocurre alrededor como la única manera de relajarnos de esa tensión que es haber perdido el interés de nuestro acompañante: un panzón que come cacahuates en una banqueta, una tienda de helados, la bolsa del mandado (zanahorias, papas, una botella de refresco) de una señora, una bella mujer con vestido verde y tenis oscuros. Los ojos se extravían tanto buscando distraerse a como dé lugar, que se termina con la idea de si tanto movimiento no será perjudicial, de si no quedaremos bizcos o virolos. De repente se dice un chiste del que nos reímos más por obligación que por bomba humorística, un comentario de una fiesta a la cual no fuimos invitados y es ahí donde mostramos, con la intensidad y el vigor del fastidiado, gestos que van desde arrugar la nariz y parecer una bruja hasta ese donde sacamos la lengua y la hacemos girar un rato, como helicóptero que vuela. Yo finjo sueño o cualquier otra cosa que me saque de esa charla aguada, chapucera, me despido desvaídamente del amigo y de los que están con él, les doy la espalda y dejo que continúen con su recuento. Como un jugador de futbol que magistralmente inicia un partido pero que termina por anotar cero goles, así me siento mientras me alejo de un grupo que ni me recuerda ni le importo.

domingo, 30 de marzo de 2008

Las respuestas a las preguntas del mundo nunca se hallaran dentro del radio viejo de su vecino.
Sino en si mismo.

En el mundo como tal. Ahí, están las respuestas.

domingo, 16 de marzo de 2008

Hoy he escrito pensando en ti, y tu precisamente sabes a quien le hablo...
Únicamente a mi mejor amigo.



He pasado por un juego con piedritas,
el ganador se llevaría una sonrisa
la cual, colgaba burlonamente de un árbol,
esperando recibir a su dueño.




En el camino he pensado lo útil que sería,
encontrándola fascinante para mi estado.
Una sonrisa,
podría usarla para mi gato
si es que mi imaginación tuviera uno.


Un juego con piedritas.
¿Cómo se jugaba?
-Se las aventaban unos a otros.


martes, 11 de marzo de 2008

Libros malos que me hacen compañia

A menudo mudarse de casa, aguantar una nostalgia no pocas veces cursi, telenovelera, tiende a volverse un ejercicio de la crítica libresca no hecha por nosotros sino por el invisible y casi siempre desatinado destino. Es decir, de las veces que me he cambiado de casa he ido perdiendo libros que en mucho consideraba vitales y matadores, y han quedado, no sé por qué, todos esos manuales de carpintería, tomos bastante gordos de cocina y primeros auxilios, baratijas literarias como las novelas de amor de mi mamá compradas en cualquier puesto de periódicos.Los libros buenos, aquellos que cumplen una función constante de amuletos y objetos de culto, terminan por navegar por territorios que quizá no sospechamos o que no queremos reconocer, terminan en la tribu de la basura, esa comunidad donde la nostalgia, donde los días perdidos de gloria se convierten en la única posesión de todo lo que está en el bote de basura. Sin ánimos de hacer un catálogo de todas las decepciones que he tenido al mudarme de casa, sólo busco decir que intento, mojigatamente, estar bien con los vecinos, no gastar mucho en chunches, estar en la cancha de lo sosegado para no tener que pensar en las mudanzas, en acarrear muebles y amontonar ropa, en no asegurarme de perder irremediablemente cada uno de los libros que me gustan.

viernes, 18 de enero de 2008

Me gustaría ser el chofer del autobús por el simple hecho de tener asegurado el asiento.