lunes, 9 de junio de 2008

Música, y eso ya es mucha cosa

Hay tantas personas que han domesticado su oído a una música inalterable y deslavada, fácilmente desechable, y otras que piensan que la música acaba en el XIX con algunos compositores europeos. De esto me di cuenta hace más o menos tres semanas en una clase con el compositor electroacústico Toño Russek. Pocos sabían a lo que iban, más bien sólo uno: yo. Y aunque más que clase se trataba de un recorrido, a veces arriesgado por ese sendero extravagante y un tanto huraño a la definición como lo es la electrónica, muchos no soportaron el tintineo, el estertor, el aullido de compositores como Russolo, Nancarrow, Le Caine, Cage, Boulez, Subotnick, Mary, bla bla bla. Una señora que estaba a pocas butacas delante de mí, se horrorizó apenas dicho el tema del módulo: música electrónica; otros parecieron no alterarse, guardaron la compostura propia de los tímidos y los reprimidos para poco a poco, en las 4 horas que duró la escucha de obras, ir saliendo con el pretexto más sencillo que nos proporciona la naturaleza: la urgencia por ir al baño. Cada vez podía verse como los cuerpos que quedaban, porque sólo eran eso, cosas tiradas, personas derretidas en las butacas, seres inanimados, se iban ausentando para no volver; el dolor de cabeza, el cepilleo de la incomodidad y la frustración en sus nervios, los empujaron a salir a tomar aire o a caminar un poco para pensar cómo pudieron darse un golpe bajo a ellos mismos. ¿Qué tanto ocupa la música electroacústica en nuestras cajas atiborradas de discos o en nuestra computadora? Quizá no más de una pieza, una aislada y atacada por las Cien Obras Maestras de la Música Clásica, Bravo Maestro vol. 1, 2, 3…, Hit Parade de la música barroca. La mayoría de la gente, y para mí la mayoría empieza con todos mis vecinos, aún tienen ese estribillo, en el fondo tautológico, de que la música sólo es melodía y armonía, que la música sólo puede durar de dos a tres minutos, cinco como máximo, y que debe estar “bonita” para mover las piernas o atacar a las decepciones amorosas. Y aunque la música es eso también tiene que ver con algo más, no sé con qué, pero da saltos sobresalientes a las ideas inofensivas que de ella tenemos. Pero lo que ha hecho Toño Russek es abrir las persianas de una habitación donde anida el conservadurismo, y al asomarnos por esa persianas con los ojos entrecerrados, hinchados, por tanta obscuridad, podemos escuchar el ruido de las calles, el golpeteo de los pasos y la lluvia, con un fondo muy elaborado de sampleos, cortes de cinta, concretismo, el despliegue de las computadoras y lo real haciendo música. Como corro el riesgo, y creo que ya caí, de volverme un galimatías, ese laberinto que nos hincha la cabeza, pongo la dirección de una de las mejores páginas que deambulan en la red sobre arte sonoro y música electroacústica, hablo de la del compositor mexicano Manuel Rocha: Que hable la música y no yo:
http://artesonoro.net