sábado, 19 de abril de 2008

Hoy mis lágrimas corren, sin saber bien por que,
he perdido a alguien interesante, a alguien querido
y el recuerdo me hiere...

Quisiera que todos esos recuerdos huyeran de mi,
tal vez si los asusto, tal vez si yo huyo de ellos...

Aún no entiendo como es que terminé llorando

Por alguien que lloraba por mi.

miércoles, 16 de abril de 2008

Del blog de Laura


la que está sentada en la silla es camila, justo atrás se ve a jessica. camila siempre está despeinada, es nueva en la escuela y más alta que los demás, hoy fue sin abrigo y la maestra le prestó una campera. jessica es chaparrita, siempre está muy bien peinada y le encantan las películas de terror. jessica se sienta con beto y están enamorados. a beto le encantan los dinosaurios, querría tener un tiranosaurio rex para morder a todos.vino gerardo méndez a contarles unos cuentos a los nenes de 1ro y 2do. la verdad es que estuvo muy bien, muy divertido. y al final, le regalamos un ejemplar del libro a cada uno de los niños. él les explicó que se los iba a firmar y que iba a ponerles la fecha para que supieran qué día había sido la lectura.dijo "les pongo este número, así saben cuando estuve en la escuela".cuando le tocó el turno a camila, miró la firma y la fecha y le preguntó "¿y el número?". "acá está, es la fecha de hoy -le dijo él-¿qué número querías que te pusiera? ¿tu número de lista?"no -le dijo camila- su número de teléfono"

martes, 15 de abril de 2008

Cuando las balas se jubilan


¿Cómo debe acabar su vida un héroe de películas que se enfrentó a toda una pasarela de maleantes, de metralletas, de bombazos? Lo deseable sería pensar en una sala llena de armas en donde el héroe, esa figura que hoy no tendría relevancia sin la mercadotecnia y los efectos especiales, se sienta a reconstruir con cierta sonrisita orgullosa y superior todas las luchas que tuvo contra los malos para después confundir su verdadera biografía con la de su personaje. Pero horriblemente ese no es el final de ningún héroe cinematográfico, al menos no de uno mexicano. Mario Almada es conocido como uno de los actores que han hecho de la sangre y los balazos el margen que lo rodea. Y aunque es cierto que se han hecho decenas de chistes y de bromas gracias a sus jaladas (que en sentido estricto son las de los directores, los guionistas y los productores) no sobra un pedazo de curiosidad por esa figura a la que sus huesos cada día sostienen menos. Después de haber hecho más de 300 películas y creo que algunas participaciones especiales en muchas otras, Mario Almada ablanda las manos debido a que a si lo requiere el negocio familiar. Mario Almada, hasta donde sé por la revista TVNOTAS, tiene un establecimiento en Cuernavaca de hot dogs. Pero no es el carrito mal pintado donde a menudo comemos cuando estamos borrachos sino uno espacioso donde seguramente los pies no interfieren con la caminata de otras personas. Con poco más de 10 meses de servicio hotdoguero el señor de inmortal arma de fuego y sombrero texano termina por declararle a Omar Argueta, reportero de la revista, situaciones tan desconocidas como apantallantes: “Yo aprendí a prepararlos [los hot dogs] cuando me fui de mojado a Estados Unidos”. “… estoy medio sordo y medio ciego pero sigo siendo Mario Almada.” En la foto central del reportaje aparecen Mario Almada, su hijo Marcos y su nieto Nicolás. Detrás de ellos, eficaz y oportuno, uno de esos anuncios que utilizan las grandes cadenas de comida en donde se anota que el Sándwich Pack cuesta 52 pesos y el Jumbo Pack 59. Es lo único que alcanza a verse, es lo único que justifica la frase de "alabada sea la heroica gastronomía", no importa de qué manos vengativas venga siempre y cuando tape el hoyo de ballena que tengo en el estómago a estas horas.

lunes, 14 de abril de 2008

Laura, donde maman los peces

Cada animal tiene
su propio olor, el tuyo
es el de dos personas que
se encuentran en un cuarto,
en un ascensor y envuelven
un pedazo de silencio
en un papel muy chico.
Un perro que se acerca trae
en los ojos peces.
Te lame la mano
por la palma, por la parte
donde los dibujos se van
a volar en tu brazo.
Y empuja el hocico tibio y
tu sueño el de la noche
cuando el vecino encendió
la luz y ví, en la oscuridad
a los monstruos todos
durmiendo en la cómoda.

***
Todos los escritores jóvenes deben
tener una novia tonta.
Yo fui la tuya una vez.
En la tele escuché que la luz
no tiene lengua. Dos pupilas
enormes y silencio
brotando de cada hueco.
Un vaso cae en la cocina
y los triángulos chispeantes ruedan
hasta llegar al baño.
Un ruido puede
hacerte saltar en pedazos,
así sos vos, encerrado
en la mampara de vidrio
los rayos gotean para
formar un charco y yo
me miro.
Me dijeron que sos tan flaco
porque no te gusta sentarte
pero creo que todo lo que ves
lo guardás en los ojos.
Laura Lobov

Exilios

Hay veces que nos toca ir caminando por la calle con alguien a quien conocemos, se platica, se ve al cielo, se piropea a las chicas –casi siempre mentalmente– y las groserías son el léxico fundamental de la conversación. Todo pasa sin sobresaltos, nos sentimos cómodos hasta el punto de aminorar el calor y los lentes negros, las chanclas de playa y las playeras rosas de los turistas. Pero de pronto, ese alguien tiene que encontrarse con personas que no conocemos o que conocemos muy poco. Es allí cuando nuestras palabras comienzan a adormecerse, donde nosotros mismos comenzamos a bostezar, a aburrirnos, y se comienza a ver lo que ocurre alrededor como la única manera de relajarnos de esa tensión que es haber perdido el interés de nuestro acompañante: un panzón que come cacahuates en una banqueta, una tienda de helados, la bolsa del mandado (zanahorias, papas, una botella de refresco) de una señora, una bella mujer con vestido verde y tenis oscuros. Los ojos se extravían tanto buscando distraerse a como dé lugar, que se termina con la idea de si tanto movimiento no será perjudicial, de si no quedaremos bizcos o virolos. De repente se dice un chiste del que nos reímos más por obligación que por bomba humorística, un comentario de una fiesta a la cual no fuimos invitados y es ahí donde mostramos, con la intensidad y el vigor del fastidiado, gestos que van desde arrugar la nariz y parecer una bruja hasta ese donde sacamos la lengua y la hacemos girar un rato, como helicóptero que vuela. Yo finjo sueño o cualquier otra cosa que me saque de esa charla aguada, chapucera, me despido desvaídamente del amigo y de los que están con él, les doy la espalda y dejo que continúen con su recuento. Como un jugador de futbol que magistralmente inicia un partido pero que termina por anotar cero goles, así me siento mientras me alejo de un grupo que ni me recuerda ni le importo.