miércoles, 27 de junio de 2007

Ejercicio de retórica

Para Lizz

Antes de comer miras tu plato,
le tocas el contorno y la luz que lo recubre.
No es por ser hambriento,
pero mi plato casi está vacío,
casi desierto por la prisa de escribirte.
Los vasos, la canasta con el pan,
las servilletas y la jarra no te importan.
A mí tampoco.
Digo que sólo estorban a tus manos,
a su paso exploratorio de Comando o vagabundo,
que sólo dicen lo que tú no escuchas,
que sólo hablo y hablo y hablo.

lunes, 25 de junio de 2007

madrugadas de msn

Las 11:32 pm, mis teclas siguen sonando, la pluma sigue jugueteando repasando trazos viejos de sabidurías pasadas, amigos antiguos, amigos nuevos y un trabajo extenso...
Madrugadas de msn desde que estoy en finales, lo que me falta todavía, lo que ya hice, frustrante, estresante, días así y no acabo...
Una tristeza me inunda, hoy no vi a la gente, hoy no mire situaciones ajenas, hoy no fui personaje; una pena me acoge, cada día soy más mecánica, pierdo mi capacidad de sorpresa...
Aprendiz de poeta que pierde su arma, que débil, que indefenso, ahora soy de nuevo sólo otra más.
Pero no me dejaré así, yo sé que cuando todo regrese a su normalidad las miradas de extraños volverán a mi mente, miraré a los niños de forma curiosa, veré los anuncios y los anunciados, comeré y beberé disfrutando y entonces recordaré estos tiempos y diré -¡Ah, pero que mala pasada!-

Me enamoro del sonido de mi respiración al tono de mis letras nuevas, de lo que aparece en el monitor, hoy sólo soy una cibernauta, hoy mi voz no tiene un tono de solemnidad de cafés y recuerdos, hoy sólo tecleo lo que quiero y no lo que querría, pero quién iba a decir que terminaría así, sola, escribiendo, con una taza de leche fría y unas ganas de ser personaje, de ser extra.

domingo, 24 de junio de 2007

Sillones que fingen vapor saliendo de la taza,
líquido hirviente, concentrado.
El pensamiento de la soledad,
el tiempo que no pasa,
la lentitud de los sentidos
y mi pluma que esta vez no corre,
camina.

Un café de recuerdos, de soledad,
simplemente un café espresso,
sin espuma, sin azúcar, sin luz,
en taza mínima,
escribiendo.

-¡espresso doble, cortado, largo, por favor!-

Un café como mi día,
simplemente un café.

de compañías, acompañantes y acompañados, a veces, un café.

Recuerdo exactas esas tardes, en que el sol brillaba sobre mis ojos,
paseábamos juntos, llorabamos tristezas frustración y alegrías,
alegrías de chistes malos, de una nueva historia, de las ganas de café que cada tarde me evitaba.

Un camino, los tenis sucios y muchas platicas sin sentido, muchos rumbos y destinos que nunca nos llevaban, ni nos traían.

Recuerdo tu mirada, tus ojos y a veces el humo del cigarro que acababas de prender, la cita era a una hora, siempre nos veíamos en otra...
Recuerdo lo mucho que te extrañé cuando tomé otro camino, uno, en el que no estabas, todas las tardes de café que me procuré, el café, era tu olvido y ahora tu recuerdo...

A veces todavía recuerdo tus escritores, tus ideas, tus besos; pero todo ya se ha ido, yo ya me fui, tu ahí sigues aunque a veces yo ya no lo quiera, a veces te quiero amigo, a veces te quiero lejos...
A veces tomándome un café te recuerdo y te olvido, te acompaño desde mi sillón, como mi compañía de obsesiva de las letras, de los recuerdos y las miradas.

Notas al margen

1+1=2
Bien peinados los solemnes, jugosos en retórica y en llanto, excelsitud de las formas y de los verbos magistrales ¡Oh encarnación de lo divino en el estruendo del tintero! ¡Detallede lo eterno exaltado más allá de lo hiperbólico arengado! Entra una marcha, más bien una fanfarria: percusiones bien gritonas, maderas y metales como cañones y pirotecnia violinística: ¡Zas!-Pom-pom-¡Pam!-Pom-pom-¡Pam!-turututu-tututuuu...

Un texto light (para el encabronamiento de Heriberto Yépez)

Llevar poco dinero a una librería es volverse una de las pesonas más críticas con lo que se lee. Lo es porque es una obligación para seleccionar una calidad pero también un precio.Curiosamente llevar poco dinero es empezar a conocer a los nuevos autores, a los que escriben todavía desde la casa de mamá y no tienen siempre la ropa limpia, a los que no pertenecen, aún, a la pasarela de las figuras ya santificadas.
Toda llegada a la librería es un paseo (el buen final de este depende de los libros y no de nosotros). Además de ver precios exagerados, también resignados, de las editoriales, nos topamos con esta o aquella novedad, con este nombre que es más chistoso que ese otro, con el tipo que siempre cae mal, sabemos de las nuevas propuestas en la literatura pero de la misma forma ese librito, sagrado para muchos, titulado Obras completas.
Un bolsillo que trae poco dinero provoca que se haga una compra precisa (aunque no sea la mejor cuando la leamos sabemos que conserva de alguna manera nuestro interés). La dificultad de llevar mucho, o para ser más optimistas, algo de dinero es que más que comprar libros es estar ansiosos por mostrar que podemos comprar tantas cosas como el deseo, que se voltea y acomoda a cada minuto, nos ordena.
Una de japoneses: llevar poco dinero es contenernos, no dejamos corretear por la necesidad de comprar algo (aunque a veces pasa), es afinar nuestras expectativas acerca de autores y de géneros, aplicar la pincelada perfecta en el papel, elegir el libro correcto, no para transplantarlo al sitio del adorno y del almaneque o al escenario donde colacamos los trofeos de lo económico, sino para leerlo, para destruirlo en el uso.