domingo, 24 de junio de 2007

Un texto light (para el encabronamiento de Heriberto Yépez)

Llevar poco dinero a una librería es volverse una de las pesonas más críticas con lo que se lee. Lo es porque es una obligación para seleccionar una calidad pero también un precio.Curiosamente llevar poco dinero es empezar a conocer a los nuevos autores, a los que escriben todavía desde la casa de mamá y no tienen siempre la ropa limpia, a los que no pertenecen, aún, a la pasarela de las figuras ya santificadas.
Toda llegada a la librería es un paseo (el buen final de este depende de los libros y no de nosotros). Además de ver precios exagerados, también resignados, de las editoriales, nos topamos con esta o aquella novedad, con este nombre que es más chistoso que ese otro, con el tipo que siempre cae mal, sabemos de las nuevas propuestas en la literatura pero de la misma forma ese librito, sagrado para muchos, titulado Obras completas.
Un bolsillo que trae poco dinero provoca que se haga una compra precisa (aunque no sea la mejor cuando la leamos sabemos que conserva de alguna manera nuestro interés). La dificultad de llevar mucho, o para ser más optimistas, algo de dinero es que más que comprar libros es estar ansiosos por mostrar que podemos comprar tantas cosas como el deseo, que se voltea y acomoda a cada minuto, nos ordena.
Una de japoneses: llevar poco dinero es contenernos, no dejamos corretear por la necesidad de comprar algo (aunque a veces pasa), es afinar nuestras expectativas acerca de autores y de géneros, aplicar la pincelada perfecta en el papel, elegir el libro correcto, no para transplantarlo al sitio del adorno y del almaneque o al escenario donde colacamos los trofeos de lo económico, sino para leerlo, para destruirlo en el uso.

No hay comentarios.: